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sábado, 21 de julio de 2012

¿Qué hacer?

Dos generaciones un mundo.

Los humanos y sus circunstancias.

Recientemente platicaba con una condiscipula sobre el tema que podría escribir esta semana en el Blog y me sugería que comentara el artículo editorial de Enrique Dussel publicado en La Jornada sobre la situación mexicana, titulado ¿Qué Hacer? Su sugerencia que no fue a solicitud de ella, sino mía, viola lo que dije a dos semanas. No hablaría de política en este blog hasta que se enderecen las cosas en México. Por lo que no puedo referirme al artículo de Dussel sin faltar a mi palabra. Decidí entonces reflexionar el ¿Qué hacer desde dos generaciones distintas, la de ella y la de un servidor?

¿Qué Hacer? Las tareas de la socialdemocracia es un texto del líder de los bolcheviques Vladimir Ilich Ulianof que leí por primera vez cuando tenía 18 años de edad a mediados de los años 70. No tiene que ver en absoluto con el texto de Dussel, por más que Enrique diga inspirarse en él. No sólo los momentos históricos son diferentes, sino las intenciones de ambos textos lo son. Dussel busca responder en el corto plazo responder a la situación mexicana generada por la coyuntura electoral del 2012 y Lenin, el seudónimo de Vladimir escribía para formar el Partido de la clase obrera en Rusia. Dussel aspira a una lucha democrática por la instauración de un régimen no autoritario en México. Lenin buscaba el fortalecimiento del partido y de la organización para conformar el núcleo dirigente de la revolución socialista en su país. México vive un régimen no democrático consolidado en un presidencialismo republicano y Rusia vivía los restos de una autarquía heredada de un obsoleto Estado absolutista. Quiénes leíamos el ¿Qué Hacer? en los años 70, lo leímos con la convicción de formar el partido y avanzar hacia una revolución, la revolución socialista a la que aspiró mi generación en toda América Latina.

Leemos distinto, mi amiga y colega, y un servidor. Me pregunto ¿por qué Dussel y no el propio Lenin? Dussel proviene del cristianismo y pretende la formulación de una Filosofía de la Liberación que conecta un cristianismo con el marxismo. Yo desconfío del cristianismo sobre todo en su vertiente política, lo conozco bien porque viví en sus entrañas y resolví hace mucho la metafísica de quién o que mueve el universo. No tengo duda alguna de que se mueve solo. Una de las dos perspectivas posibles de las que nos hablaba Carl Sagan en Cosmos, mi perspectiva científica difiere de mundos mágicos y estructurales. Mi vertientes es mucho más ortodoxa, me conformo menos con este mundo y aunque en su escrito Dussel menciona el principio Esperanza y a Bloch como heredero común, para mi la esperanza es una construcción material humana y no tiene referentes divinos. Amo a la humanidad, por eso precindo de Dios.

Para mi colega, a la que no he escuchado desarrollar estas ideas, el Artículo de Dussel es interesante, cuando acabé de leerlo, a mi no me parecio tanto. Lugares comunes, cosas que se han dicho ya, aunque muchas de ellas son razonables. Dos generaciones, dos épocas distintas. Cuando yo leía el ¿Qué Hacer? ella no había nacido. Yo había puesto en práctica las ideas de organización de Lenin. Organización, educación, propaganda y agitación como medios de construcción del Partido.Cuando cayó el muro de Berlín en 1989, yo me había anticipado a la caída en un Articulo publicado en el periódico La Extra, con el sugerente título "¿Se reunificará de nuevo Alemania?", ella tendría apenas 10 años. Años que serían prometedores pero al mismo tiempo ayudaron a la mistificación de lo anterior. Cuando escucho a mis colegas de nuevas generaciones hablar de los años 70 me parecen historias fantásticas. No, no nos conocen. En los 70 ni erámos tantos, ni existía claridad política en la población, por el contrario, nos movíamos con mayores dificultades. La represión se explica mucho porque los adultos no reaccionaron junto con nosotros. Las condiciones de organización se alternaban con la clandestinidad aunque se tratase de organizaciones de corte democrático. Las manifestaciones estaban restringidas, había una gran vigilancia policiaca, se nos iban encima a la menor provocación. Lenin no era un texto literario sacado de contexto, ni mucho menos, se comprobaba en la práctica. Esta situación cambio mucho en el México de los 90. La tolerancia democrática del Estado cambio para el CGH de la huelga del 99, en el momento en que no supieron darle salida a la negociación. El CGH ya había ganado.

Satanización de la palabra partido y político.

Hoy decirse apartidista es un valor. En los 70 era una estupidez. El problema es semántico. Cuando un movimiento como el Soy 132 dice somos apartidistas, quiere decir que no militan, no son partidarios de los partidos políticos registrados legalmente. PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, PNA o MC. En el lenguaje de los 70, estos serían los partidos políticos burgueses. Por partido se entendía una noción amplia, formar parte del partido del pueblo, no de una facción de intereses. Los Yo soy 132 serían el Partido de los estudiantes...

En este sentido, cuando el ¿Qué Hacer? se refiere al Partido, se refiere al Partido de la clase obrera, es decir el partido de los trabajadores, el partido de los que trabajan, en su concepto más amplio, el partido de los que son trabajadores asalariados. No es un partido organizado políticamente solo, puede incluso no existir orgánicamente, es más bien un bando, una causa política, la causa política de los asalariados de un país, los que no son dueños de los medios y que viven de su trabajo. No es por lo tanto ninguno de los partidos de la izquierda electoral que abandonaron a los trabajadores.

Otra palabra que no checa con el texto es la palabra "ideología" que queda retratada perfectamente en la modernidad en la frase de la canción "defender mi ideología, buena o mala pero mía..." una concepción de ideas adquiridad en una especie de oferta del mercado, adquiridas gratuitamente sólo porque las adopté y las "hice mías". Anarquistas sin conocer un ápice el sistema de pensamiento anarquista, sin leer un solo libro de Bakunin, Malatesta o Pedro Kropotkin, sin saber que no se es anarquista por adopción sino por militar en una organización anarquista en la que se defiende y se posiciona en esa dirección. Como un pensamiento no ajeno, sino abiertamente pertinente a la clase obrera. La gente piensa por sentido común y en una gran confusión de idas, no importa si el eclecticismo propio de la posmodernidad se revela incoherente.

Para el ¿Qué hacer? la ideología es una forma de pensamiento social incompleta, no científica, digamos en el presente "esoterismo" de sentido común, pobre en términos de elaboración. Una aproximación, pero llena de defectos. Contrario a la aproximación científica de la realidad, cada vez más acabada y completa, la conciencia. La consciencia es un valor, la ideología una conciencia defectuosa, una falsa conciencia. La cima de esta conciencia histórica es la voluntad del sujeto colectivo por el cambio social antisistémico. La conciencia de clase que se conforma en un sistema de pensamiento común, una teoría revolucionaria y que avanza en la conformación de una acción práctica común, la práctica revolucionaria.

El partido revolucionario, es el polo que aglutina a quiénes en común buscan el cambio social. La forma en la que cristaliza organicamente el colectivo de quiénes lo buscan, quiénes hacen de esto la causa común. Un organismo político que concetra el esfuerzo y que nada tiene que ver con un partido registrado o electoral. De esto es de lo que habla el libro al que hace alusión Dussel, un texto que no leemos igual. Una hermenútica necesaria para entender no sólo a las generaciones, sino a los contextos culturales.