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domingo, 14 de noviembre de 2010

Conviviendo entre yuppies.

En México, el término yuppie designa a los jóvenes de la élite de hijos de ricos que estudian en universidades privadas y a los cuáles les forman en una ideología llena de prejuicios y menosprecio hacia las clases bajas del país. Han sido un factor clave en la propagación de la ideología neoliberal en México como intento de contrarrestar cualquier posibilidad de un pensamiento libertario distributivo y democrático. La principal tara que tenemos en las elites y las clases medias altas es precisamente la imposibilidad de encarar los problemas nacionales.



La ideología de los yuppies ha sido destructiva pues ha reforzado en la elite la idea de que sin estado, con el puro mercado y su dinámica existe una posibilidad de desarrollo nacional. Tres décadas de fracasos y la caída del crecimiento económico han sido insuficientes para que estos jóvenes formados en el Tecnológico de Monterrey, la Universidad Anahuac, el ITAM, la Escuela Libre de Derecho puedan rebelarse contra las taras mentales que les enseñan y en un esfuerzo nacionalista se resuelvan a la defensa del país. Estos yuppies son incapaces de tener un razonamiento crítico acorde a la necesidad y la emergencia nacional.

El resultado de su visión inspirada en Milton Friedman, en Hayek y en una derecha recalcitrante y neoliberal tiene ya consecuencias claras contra ellos mismos. La visión de que es el mercado y no el fortalecimiento del Estado ha terminado en dos problemas centrales en el México de hoy. Por una parte, la informalización económica trae en consecuencia que la mayor expresión del mercado sin  trabas se de en el narcotráfico. Allí tienen como el mercado llevado a sus límites de la desregulación puede terminar con la legalidad y el debilitamiento del Estado.

Se lamenta mucho que jóvenes de Monterrey mueran en la acción del ejército contra narcotraficantes, pero esto es consecuencia de dos cosas. La debilidad de un Estado y sus instituciones para aislar una actividad ilícita que evidentemente ha penetrado no sólo la clase política sino a los empresarios de la elite y por ende teje redes de contratación de las generaciones jóvenes en este país.

La ideología política y económica neoliberal no ha traído en México el fortalecimiento del empleo legal, sino del desempleo y la actividad informal ilegal. Esto ya debería ser suficiente como para que empezaramos a desecharla y los profesionales de estas instituciones comenzáramos a pensar en una salida conjunta, tanto de profesionales egresados de estas universidades, como de universidades públicas.

He sido compañero de profesionales del TEC y del ITAM en la última fase de mi colaboración en una dependencia del gobierno federal, después he sido docente de universidades privadas que mantienen esta ideología. No me parece que polarizar a las clases sea una buena salida y mucho menos menospreciar a los de abajo. El país es uno solo y si se hunde, nos hundimos todos, no me gustaría jamás verme lejos de mi país, autoexiliado porque naufragó definitivamente.

El problema que tienen es que además de toda esa ideología falsa de dizque liderazgo e iniciativa empresarial, se encuentra una curricula oculta de menosprecio y esa produce el odio de los de abajo contra los de arriba.

Hace muchos años, en Monterrey, por ejemplo, se fue testigo, a inicios del siglo XX, de los experimientos de bienestar social, mucho antes de que al PRI se les ocurrieran. La estabilidad laboral y el empleo bien remunerado derivan en el acrecentamiento de la productividad y no en la volatilidad de la mano de obra. Un pensamiento que plantea que sin defensa de derechos y sin organización legal y equilibrada de los trabajadores, es posible la productividad, se convierte en enemigos dogmáticos de las asociaciones laborales y por lo tanto en enemigos de la propia productividad en favor de la inestabilidad social.

Hoy requerimos un esfuerzo mayúsculo para dar educación a millones de jóvenes sin empleo y sin escuela, un bono demográfico que tiene que redundar en el aumento de la productividad del país. Los que no pueden pagar educación requieren más escuelas públicas y quienes pueden pagarla requieren más escuelas privadas. Se requiere absorver a los millones de jóvenes que año con año se quedan sin escuela en la educación media superior y en las universidades.

La pirámide poblacional se invierte, como ya se observa en el cierre de los turnos vespertinos de las escuelas básicas, quiere decir que la oleada de jóvenes no durará mucho y que posteriormente esta mano de obra laboral será mucho menos numerosa. La inversión educativa requiere aumentar la capacidad de la educación media y superior.

La generación actual educada en el desprecio a las universidades públicas y creyente ferrea de que sin Estado y con absoluto mercado es una generación cuya ideología es muy destructiva. Las escuelas privadas sin abandonar su visión empresarial y de productividad, tienen que comenzar a revalorar el papel de la reconstrucción del Estado y de la visión de un país realmente democrático. Una enseñanza que no crea la percepción de que un país gobernado por una oligarquía no es un país democrático y por el contrario, defiende a nuestra oligarquía y a la cleptocracia nacional como la quinta esencia del desarrollo, es una educación inútil. Yo tengo por allí varios ejemplos de esta visión retrógrada, obtusa y peligrosa para el país.

No tenemos porqué confrontarnos con los profesionales de las universidades como el Tec de Monterrey, es hora de trabajar conjuntamente. No queremos más muertos de jóvenes que requiere el país.


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